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Cambios drásticos

“Sueño libertad para todos los que están secuestrados en medio de la selva [...]” esta canción de Juanes representa el sueño que Ramiro Martínez anhelaba hace un año, quien siendo el ejemplo de su familia y la persona que daba el sostenimiento para su hogar, tras una confusión por parte de un grupo armado, cambió radicalmente su vida.

Estudió Ingeniería química, Biología e hizo algunos cursos en el Sena, debido a esto empezó a emprender como un buen trabajador, reconocido en gran parte de Boyacá y admirado por muchos de sus habitantes. Durante este tiempo estuvo trabajando en cuatro de las fincas de una multinacional, las cuales meses después empezó a administrar, siendo la cabeza principal de esta empresa, puesto que se ganó la confianza de sus dueños.

La empresa aumentó su poder de adquisición debido al buen manejo que se tenía en las fincas, por lo cual se obtuvo otra en el norte de Boyacá, esta fue dada a Ramiro para que la administrase. Él empezó a frecuentar el lugar, aunque sabía que alrededor de este se encontraba una organización guerrillera insurgente, el Ejército de Liberación Nacional, más conocido como el ELN, con el cual se vio obligado a sostener conversaciones para no verse afectado, pero esto no le funcionó.

Debido al alto nivel de reconocimiento que le tenían a Ramiro dentro de la zona y los nueve millones de pesos o más que ganaba, lo empezaron a extorsionar, puesto que suponían que él era el dueño de aquellos terrenos.

También le hurtaron sus pertenencias e incluso le amenazaron de muerte junto con su familia.

Estuvo secuestrado durante 15 días por el ELN -el cual es considerado como el culpable del más del 30% de los secuestros en Colombia- de  esas dos semanas en solo seis días le dieron alimento.

El objetivo de aquella retención era sacarle la mayor cantidad de dinero y aunque logró conseguir la suma que le exigían, esto gracias a sus ahorros y a diversos préstamos que le hicieron personas que conocía, tras su liberación lo siguieron extorsionando, pues consideraban que tenía mucho más dinero del que les había entregado. Quedó solo y en la ruina.

Empezó a decaer en el trabajo, del cual lo echaron por su ausencia. Aquel muchacho que le colaboraba fervientemente a su familia, que vivía alegremente, que disfrutaba la vida y ayudaba a los demás, dejó de existir. Aunque intentó explicarle a su familia la razón de su desaparición no le creyeron, al contrario le tildaron de guerrillero. Se tuvo que alejar, hasta el punto de llegar a Bogotá, con dos camisas, un pantalón y las deudas que aún no ha cancelado.

Hoy en día se encuentra en la fundación Nuevos Horizontes ubicada en Soacha, donde le han apoyado para seguir adelante y aunque extraña su antigua vida -en la que no necesitaba la colaboración de nadie- al igual que a su familia de la que no sabe nada, agradece haber encontrado a aquellas personas que desinteresadamente le han brindado un hogar.

A pesar de haber pasado por la experiencia más dramática de su vida, que fue el secuestro, en él halló a personas que como él son víctimas a quienes decidió perdonar, porque no las considera culpables de lo que le sucedió, “ellas solo seguían órdenes bajo las amenazas de sus jefes, no merecen mi odio”. Decide no perdonar a los pertenecientes a la cúpula, ya que los culpa del conflicto que muchos, como él, han tenido que sufrir sin estar involucrados, sin embargo para estudios realizados por la Universidad de la Sabana, estas víctimas tienen un rol muy importante en Colombia y es que ellos son los generadores de la reconciliación.

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